El quinto invitado finalmente llegó, en traje negro, camisa blanca, y esa corbata que le regalé hace un año atrás. Una visita que no lograba entender, ¿quién lo trajo? ¿cómo supo del evento? ¿vino a verme? Dudas mezcladas con regocijo, e ideas retorcidas sobre posibles escenarios.
Por un instante pensé: "¿acaso mi invitación se envió automáticamente?". Probable, y aún lejano.
¿Debo acercarme? La cordialidad es un asunto que he entrenado en los últimos meses, aunque mi voz repleta en algunas ocasiones frases sarcásticas confundidas en hipocresía. No es intencional, lo sé.
¿Debo esconderme? Difícil, el amplio escenario no oculta rostros, los expone, los fotografía, los aplaude, es una idea tonta.
¿Debo mencionarlo? El micrófono me permitiría hablar en tercera persona, mencionar lo agradecido que estoy, asolapar esos mensajes que no podría gritar frente a frente.
¿Qué debo hacer?
Anda, acércate, es un invitado más.
¿Puedo estrechar las manos?
Si acaso no lo has hecho antes, es el momento.
Estoy listo, escúchame. La voz que proyecto ha cambiado. Mira cómo estoy vestido, es una noche importante. Mira esta medalla, y recordemos las amanecidas, tu consejera personalidad y mis volátiles cambios de humor. Sonríe, mis recuerdos siguen intactos.
¿Y los suyos?
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Autor
- Santiago
- Nunca es tarde para retomar un blog, ¿verdad?