El Auditorio está repleto de estudiantes, todos ellos finalmente logran pasar a 4° año de carrera. No todos empezaron el 2010, pero están finalmente ahí, con el cuerpo gastado (pues 3 años o más no pasan en vano) pero con esos ánimos (creo) de empezar una nueva etapa.
El bullicio es permanente, muchos titubean entre sí al hablar de esos 8 hospitales que posiblemente nos podrá tocar. Otros están, como yo, callados, porque no nos gusta angustiarnos más de la cuenta. El proyector lanza una imagen con una hoja de datos con todo el alumnado, cada quien empieza a levantarse y grita un número (en referencia a cada hospital) y muchos sacan hoja y lápiz para analizar probabilidades de alcanzar una plaza.
Hace 3 años tuve que tomar la decisión de pertenecer a una universidad que nunca quise. Hoy, siento que ese momento está cambiando. Hoy sí tuve la oportunidad de elegir (aunque un tanto limitada, pero la tuve) y estoy contento con la decisión que tomé. Sin embargo, experimenté nuevamente esa sensación de frustración de finales del 2009.
Son 3 años, hombre. 3 años. Ahora ya tienes casi 20. Comenzaste el 2010, año de nuevas amistades (muy buenas), llegué con el ego destruido, mi depresión mantenía un cuadro permanente a lo largo de la semana, mi padre falleció a finales de ese año, busqué todos los medios para que me expulsaran de la universidad, pero mi yo-responsable, ese yo-dedicado que tengo con cada actividad que emprendo pudo más.
El 2011 empezó a agradarme la carrera, el estrés estuvo más presente que nunca, experimenté las primeras y largas anochecidas, las metidas de pata en el anfiteatro o en los laboratorios, empecé a explorar más mi sexualidad y abrí de a pocos mi corazón a esas personas especiales que a uno siempre les rodea. Ese deseo de dejar la carrera se presentó como nunca, pero un detalle resaltó: si el 2009 me la pasé llorando porque brindaba cierta calma a mis problemas, ese 2011 me la pasé de forma fría enfrentándolos. No lloro desde el entierro de mi padre. Sospecho que mi glándula lagrimal se está tomando unas buenas vacaciones.
El 2012 fue un año tibio. Un año mediocre. Me frustré por cada instante, cada llamada de atención, inclusive por cada felicitación. Algunos sostienen que el tercer año de esta carrera es, si bien demandante como cualquier otro año, un puente medio de emociones entre lo que pasó y está por venir. Es más frecuente la depresión y las ganas de retirarse. Lo único que puedo resaltar de ese año fue el haber conocido a una muy buena psiquiatra. Sus clases fueron de ensueño. Comprendí cómo es ser humano, una revolución de ideas que si bien limitadas a la hora y media de clase, analicé durante todo el ciclo.
Hoy sí tuve la oportunidad de elegir. Me levanté decidido y grité: "2". Registré mi plaza. Después de 3 años tuve que tomar la decisión de seguir estudiando una carrera que no amo, pero que sí respeto demasiado.
Hospital Nacional Dos de Mayo, gracias.
HNDM - Lima - Perú |