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Mi madre necesita comprar un regalo a última hora (ella siempre suele hacer todo a última hora, y lo he heredado), por lo que decide ir al Jockey Plaza. Aprovechamos para almorzar en La Bodega de la Trattoria, un local en el que jamás mi familia, incluyéndome, hemos consumido.
- Mamá, cálmate, si no sabes qué significa un plato, consúltalo.
- Pero, pero...
- Hagamos lo siguiente, cierra los ojos y elige lo que sea al azar, ¡pero pronto!
La comida italiana, y en general, la internacional, nunca ha sido nuestro fuerte. Si bien mi madre cocina y todos adoran su sazón, se encuentra limitada a otro tipo de ingredientes. Si a ello se suma el hecho de que mi padre siempre acostumbraba a pedir por todos en un restaurante, por lo que jamás nos aprendimos el nombre de algún plato pues él hacía la orden, y nosotros a comer en silencio.
Este tipo de hechos hace que siempre nos quedemos en casa. Es un lío salir a comer con ellos, son indecisos. Mi hermano no quiere comer otra cosa más que comida peruana (En Argentina recorrimos media ciudad para encontrar pollo a la brasa, joder) y mi madre no quiere otra cosa más que comer donde sea, mientra sea limpio, ordenado, comestible, rico, bajo en sal, carne bien cocida, vegetales a lo largo del plato, y mil requisitos más. Me estresan, jajaja.
Viernes 19 de Abril:
Mi madre hace unas ricas hamburguesas. Sí, como a ella le gusta, carne bien cocida, mil vegetales, sin cremas, acompañado de su buen café. Me encanta estos momentos de familia, cada quien colabora en algo, las pautas indecisas tipo dónde ir, a qué hora ir, qué comer, qué tomar, etc., desaparecen. Soy un hogareño más, lo sé.