98%

- ¡Noticia! Lo he casi decidido, estoy segura un 98% -escribe apurada por WhatsApp-.
- ¿Me prestarás tu vientre de alquiler? ¿Sí? -le digo mientras me proyecto como futuro padre-.
- NO. Si es que él me dice para estar, existe un 98% de probabilidad de que le diga que sí.

Dejando de lado mis frustrados deseos de encontrar un vientre, debo admitir que esta noticia no me tomó por sorpresa. Es decir, enterarte de salidas al cine en plan cita, miradas peligrosas y bailes (aunque descoordinados) nada inocentes... Cuesta creer que solo son amigos.

Conozco a Marcos hace unas semanas, en una pequeña reunión de juegos y tragos de mi amiga. Noto su presencia e inmediatamente cruzo ideas. Resulta de interés el porqué lo invita, pues ni supe de su nombre hasta ahora. ¿Acaso quiere emparejarme? No hay forma, ni se le nota, pensé.

Bebidas que acercan
Marcos se perfila como un adulto joven, de constitución leptosómica y buen estado aparente de nutrición e hidratación, lúcido y, súper importante (pues muchos carecen de esto): orientado en tiempo y espacio. No evidencia alteraciones de conciencia, atención, afectividad, voluntad o pensamiento (ni en curso ni en contenido). Tiene ligera hiperestesia, sobretodo tras consumo de alcohol. Lenguaje fluido. Memoria e inteligencia intactas.

Y por sobretodo, Marcos es un hombre muy (resalto) educado, atento, gracioso, simpático, y simula muy bien la inocencia. Si bien no es atractivo (tampoco feo) y no despierta las glándulas salivales al verlo, debo admitir que tiene su gracia (y quién sabe, si luego me entero, "lo suyo").

- ¿Por qué? Porque me he dado cuenta que siempre salgo con el mismo tipo de chico -afirma-.
- ¿Cuál es?
- Sencillo, aquellos con los que me llevo bien pero no tenemos mucho en común. Con el que no puedo salir a algún lado sin que yo pague, con el que no puedo viajar, con el que no comparto cosas importantes, etc.
- Entiendo...
- Creo que me debo el hecho de intentarlo -afirma con suma seguridad-.

Leer esta última frase es el principal motivo por el cual regresan mis ganas de escribir, al menos un rato. "Me debo el hecho de intentarlo", frase que resuena y por así decirlo, me eriza la piel. ¿Cuántas veces olvidamos esas auto-deudas de vitalidad y alegría en nuestra vida? Probablemente dejamos escapar muchos meritorios y necesarios pagos por nuestros deberes, obligaciones, o la simple rutina. Las deudas se acumulan, y por absurdo que se sienta, fatigan.

Reconocer el primer paso (o persona) que puede lanzarnos a nuevas situaciones, emociona, al menos para mí pues no estoy acostumbrado a la adaptación. Ver cómo otras personas lo intentan, es igual de satisfactorio.

- ¿Y cuál es el otro 2%?
- Pues...

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