Espera

Debido a que el buzón no encontraba su mensaje, el redactor sintió la necesidad imperante de recurrir al uso del teléfono. Si bien el contrato dejaba pautado que la comunicación no sería pertinente en épocas de nulo deseo, este sabía muy bien que existía patrones entorno a Él. "Es cuestión de horas", pensó.

Próximo a abrir su agenda telefónica, recordó el formalismo del último evento y reconoció la fatiga de la jornada y que a lo mejor Él lo buscaría mucho después. Evidentemente, ninguno de los dos se permitiría faltar a la honra de su palabra. Embusteros, nunca.

"Él dice lo que siente, sin rodeos ni temor,
o acaso tan yesuro e inadvertido se ha convertido,
y resuelto ya en estos trotes,
puede que sin la menor novedad esté en el olvido,
¡no! Señor, la mofa no es precisa ni adquirida".

La ira del redactor cedía a paso seguro, pronto fruncía el ceño sin complicación alguna, mientras una débil opresión a nivel del tórax lo atemorizaba. Se preparó una taza de café, el estrés inútilmente justificaba su vigilancia. Un sorbo, dos sorbos, "esta no es la primera vez", recapituló.

"Tres veces grité, dos veces lloré,
y una vez solo escapé.
¿Es la sombra del primer retrato?
Retrato ya lejano, dicho sea de paso.
Lo cierto es que de mis errores aprendí".

Se vio obligado entonces a guardar su teléfono. Esta noche Él no llamaría, el tiempo límite ya caducó. "Es cíclico", asintió.

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