En el palomar

Siempre creo que las primeras horas de la mañana son cruciales para determinar qué tan bien concluirá tu día. Creo con firmeza que debería levantarme sin flojera, y quizás con una sonrisa y ganas que propicien un buen día. Lo creo así.
Hoy me levanté desganado, miré el reloj pidiendo 5 minutos más de descanso. Sin sueño, pero con suma pereza para dirigirme hacia la ducha. Eventualmente pude alistarme a tiempo y manejar hacia el hospital.

Para dirigirme al hospital, el último tramo que debo recorrer es el de la avenida Venezuela, por suerte mía por las mañanas es una vía libre de autos. Manejé a velocidad. Velocidad, y sucedió algo inesperado: una paloma se atravesó en el camino, y mis reflejos no fueron lo suficientemente adecuados para la situación. No pude frenar o desviarme a tiempo y en la mesura correcta, temía por los autos alrededor. Mis reflejos paupérrimos me jugaron una mala pasada.

Tuve ligeras esperanzas de que la paloma no tomara vuelo, y se quedara quieta debajo del automóvil, de manera que nadie saldría ileso. Sin embargo, intentó volar. Los siguientes segundos siguen intactos en mi memoria. Un animal que se lesionó tan pronto rebotó sobre el capó, un rebote desde el borde lateral derecho al izquierdo, algunas de sus plumas quedaron sujetas al parabrisas, la paloma ya desprovista de fuerza se arrastró de forma ascendente por el parabrisas hasta perderse en el techo.

No pude frenar a tiempo. No pude. En pocos segundos desaparecí a un animal. No pude frenar.

Mis reacciones frente al estrés suelen ser diversas, y quizás hasta confusas. Este caso no fue la excepción, todos en el auto nos quedamos en silencio, y me reí. Reí escandalosamente de manera tal que aún estando avergonzado no podía detenerme, y subí las ventanillas, esperando que no existiese eco que evidenciara una actitud desagradable como la risa. Me reía y no encontraba razón alguna que pudiese explicarlo.

Cuadras después y ya a punto de entrar al hospital, un auto se adelantó, bajó la ventana del conductor y me dijo: "ahora solo imagínate que hubiese sido una persona, y no un animal, solo imagina".

No podía dejar de reírme. Carajo, no podía. Hasta minutos después que un silencio total en mi cabeza apareció, y no dejaba de pensar en ello. El camino de regreso fue un tormento. El camino de regreso calmó de rabia suficiente como para preguntarme por qué mis reacciones no van acorde a la situación, por qué no frene, por qué.

El día acaba, mañana será otro día. Creo que mañana dejaré el auto en casa.

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