20 de Mayo, 2014:
Esta noche lloré después de bastante tiempo, para ser exacto, 4 años. En ambas ocasiones fue por una pérdida humana, sujeta a la impotencia de no poder despedirme. En ambas, mi presencia solo resultaba absurda. Fiel a la autocrítica, terminaba desmoronándome siempre en su memoria, bajo la excusa: "ellos me están viendo y merecen alguien mejor". Sin notarlo (y quererlo), me perjudicó bastante el peso por marginarse.
Sin embargo, ahora ya calmado, imagino la escena en la cual me despido diciéndoles con orgullo que soy un hombre de bien. Un buen hijo, hermano, amigo, estudiante y ciudadano. Soy alegre, libre, responsable, ordenado, homosexual, tolerante y de confianza.
Quizás ya no puedan verme desde donde están, pero les aseguro que seré un buen médico, y hasta quien sabe, un buen padre.
Mi madre desde la infancia me aconseja: "¡guarda esos lloriqueos cuando me muera, por las puras ahora es!". Y confío que los guardaré hasta dentro de muchas décadas más. Aunque claro, una pancreatitis puede siempre arruinarte el plan".
20 de Mayo, 2015:
Un año después, lleno de dicha. La depresión es una enfermedad que puede superarse, en serio.